19.9.07

Confesión

Qué difícil se me ha hecho despegarme de esa, la que era antes.

Qué rabia sentirme tan tonta: apegada a los zapatos que ya aprietan, suspirando un aire rancio, infantil pero viejo (de esa vejez que se me pegaba al alma cuando niña). Se me ocurre ahora que las enfermedades que me asaltan con frecuencia; la modorra pestilente de mañana que no me deja mover las piernas y salir a oler el nuevo sol; la ira que de pronto se me cuelga de los ojos cuando veo las caras amargas de la madre o los hermanos; la resistencia a pasar tiempo a solas conmigo misma, a apagar las luces, es simplemente un burdo, común, vergonzoso, miedo a crecer.

A veces parece que juego a dar tres pasitos pa’lante y, sin que nadie vea, doy cinco pasotes pa’trás.

AGRADECIMIENTO

Después de varios meses de haber vuelto de un largo viaje, parece que recién hoy he terminado de llegar.

He descolgado de mi memoria las imágenes y las he podido juntar sobre la pared rojísima que sostiene mi cama. Hoy ya he regresado, y por fin me recuesto en mi pedazo de colchón a re-juntarme en este mi viejo/nuevo lugar –ahora tan distinto: aceptando vínculos que casi no vinculan; arrojando con calma los trocitos de esa gente que se alejaba volviendo el rostro hacia mí, pero yéndose al fin; y sobre todo, abrazando con dicha el presente que me sabe a promesa.

Si ha existido alguna certeza en mí durante este pasillo temporal que me está llevando hacia un momento misterioso aún, es el sentimiento de agradecimiento con la Vida por su sabiduría y generosidad. Pensé en llevar ofrendas hasta algún altar; manifestar, a través de un gesto o acción, la complacencia de mi espíritu; pero, finalmente, mi sangre me impulsa hacia otros rituales: a detenerme, masticar y sentir el sabor a barro de las letras, los símbolos y lenguajes para construir(me) un relato… un agradecimiento, digo yo… la versión de mí que es lo único que soy.