3.10.07

Adriana-ojitos-de-capulí


la punta rota
Originally uploaded by ruurmo
Hoy conocí a Adriana, y su hermanito que no me acuerdo cómo se llama. Me asombró ver cómo pintaba uno de esos mapas conceptuales típicos de la escuela: con el estuche de marcadores perfectamente ordenados junto a ella, con la delicadeza con que los artistas pintan su obra maestra.

Adriana es una niña pequeña (no parece tener nueve años, máximo le daba seis y por eso le serví un plato medio vacío de sopa), con unos ojos brillantes y negrísimos, juntitos como dos capulíes que quieren abrigarse del frío de Quito. Su hermano es igualito, solo que él es bien molestoso y no le gusta hacer los deberes… eso me dijo Adriana, en tono de queja amarga.

Mientras yo ayudaba a Mishel, la primita de Adriana, a buscar recortes para graficar los elementos agua, tierra y aire de nuestro planeta, y pegarlos en un cuaderno cuadriculado y grandote; esperaba a que Adriana termine el ejercicio número dos de geometría: calcule el área de un triángulo que tiene 5 cm de base y 9 cm de altura. Cambiando ágilmente de esfero, rojo-azul, azul-rojo; lo hizo todo bien. Área es igual a base por altura sobre dos. Reemplazó, multiplicó, dividió. Ya había terminado el deber y yo estaba a punto de firmarlo para que lo presente mañana.

–No firmes –me dijo Adriana-ojos-de-capulí, con su voz de agua transparente–. Esto recién es borrador; hago así, bonito, para acordarme de todo después. Es que mi mami no sabe leer ni escribir. Por eso quiero que me ayudes tú rapidito y me revises, y luego paso todo a limpio en mi casa.

(Silencio entre las dos; tremenda bulla en el resto del lugar.)

–Me acompañas a conseguir una lámina de los símbolos, ¿ya?
–¿De qué símbolos?
–Esos, como los de la lámina de la Mishel, ¿ya?
–Ahhh… ya bueno, más tardecito nos vamos –le decía yo, poniéndole una mano sobre la cabeza para que me crea–.
–Es que mi papi a veces es bueno y a veces es malo. No, no, sí es bueno. Solo que a veces nos pega durísimo porque no hacemos los deberes…

Como chisguete frío de carnaval sin sol, me soltaba Adriana sus secretos. Y a mí, totalmente permeable, me azotaban como baldazos en plena cara mojándome hasta la columna vertebral.

–Ñaño, ya deja de molestar, ¡oooye!... ¿Ya hiciste inglés?... Prestá, prestá, te ayudo.

Así seguía ella, con su voz de ñaña mayor responsable que no concuerda con los capulíes negros y juguetones que bailan en su rostro.