17.8.11

Fuiste su primer concierto*


Fuiste su primer concierto.
Su primer tocadiscos, un walkman, un discman, un ipod.

Una cajita de música, tu panza.

Lo primero que oyó fue tu tictac: marcaste su ritmo con latidos locos y acompasados.

Y también tu voz y tu risa de durazno. Tu respiración que sabe a pan de dulce y té.

Y la carrera de tu sangre veloz que traía tantos mensajes.
Cartas de amores y caídos, cuentos para dormir y para despertar y
canciones de cuna.

Tu panza es la cuna.

Mecida por océanos púrpuras, animales de fábulas que crecen en las entrañas,
libélulas íntimas que revolotean, enseñan poesía y hablan de la libertad.

Bailaba en ti y contigo.
Girando, girando, girando. Jugando a saltar la cuerda, dando vueltas al cordón.

Era una sirena en el vientre. Te soñé. La soñé. Las vi durante dos semanas seguidas,
te lo juro. Una rana nocturna croaba su llegada.

Hasta que se inundó la luna, poco después de la medianoche.

Tus ríos se desbordaron. Olas luminosas alumbraron la creación.

Y después…
¿cómo sonará el redoble de sus pasos frescos?,
¿qué vientos despedirá su danza?,
¿en qué otros martes volverá a nacer?,
¿cuántos mares bañarán su cuerpo?

¿Sonará ya el tambor salvaje que le arrebate el corazón?


*A Dani y su pequeña Nina

5.7.11

CIRCO (retrato de una pequeña muerte)

Tightrope Silhouette by philippesarts
Tightrope Silhouette, a photo by philippesarts on Flickr.
Atados pies y manos,
abiertos brazos y piernas;
cierra los ojos para escuchar los cuchillos
                                                             cortando el aire vacío.


La respiración se agita al compás trémulo
                                                                  –incontrolable–
                                                       de sus piernas,
mientras la visión se expande,
                          se contrae,
                          se humedece.
Las manos cantan el vértigo con notas tan agudas,
                                                                        casi a gritos,
y los colibríes mueven sus alas hasta el paroxismo
para clavarse finalmente,
en el límite del abismo que se abre
                                                   junto a su cuerpo.

En el suspiro final,
                          un funámbulo resbala
                                                        en la cuerda floja.

24.6.11

¡YO SOY CORA!


Alumbrada por el solsticio de verano, el 21 de junio nació físicamente. Semanas antes surgió como una idea y de pronto, de un impulso de tinta y trazo, tomó cuerpo sin anticiparse ni tocar la puerta, sobre un papel pequeñito...

Me miró así con esos ojitos y torciendo la boca para que nadie escuche, me susurró algo. Sí, era la niña de la historia que había cocinado en mi cabeza días atrás.

Ayer sentí unas ganas locas de escribir, entonces la pequeña me visitó. La bauticé como Cora y comencé a construirle un cuento que empieza en un avión.

Esa es mi promesa para ella. Espero que próximamente lo puedan leer por aquí... Pero por el momento, déjenme decir: Bienvenida, Corita querida.

17.6.11

Simulacros

Y entonces me digo
¿cuántas viven en mí?,
que ya no me reconozco.

Ni en tus ojos ni en los míos.

Soy yo y a cada instante otra.
Y dejo de ser,
y dejo de amarte,
y te amo de nuevo.

Y de mi boca llueven acertijos olvidados.
Y en otra boca encuentran ecos cercanos.

Como si me hubiera quedado en ti.

O en ti.
O en ti.
O en ti .

O me fuera cada vez más lejos
Abandonándo-me
                     -te.

Vuelvo a sentir la velocidad y los simulacros de la nada.

Te rujo-te vomito-te beso mis muertes.
Te lamo y te arranco a mordiscos mis fábulas.

Trago tus certezas, tu verdad y tu pan.

13.4.11

SANTIDAD


 Esa ciudad que yo imagino,

donde nunca he estado
                                  es nuestra.

Lenguas son mares.
Sal de furia cicatriza tus heridas:
las saetas dejaron huellas
                                     («los pecados de los hombres»,
                                     dice el calendario del sol).



Atado,
           otra vez,
                        como hace miles de años,
            al árbol de fuego
             donde la serpiente enterrada nos llama.

Esa ciudad grita los nombres
desde tus ojos,
ahí se esconden los dolores
                         las llagas
                         los golpes
                         el agua
                         el silencio.

El viento quema,
echa saliva en mis bocas.
                              Lamo enfermedad.


                                                La verdad te brota y me penetra.


*Poema de María Cristina Arboleda Puente publicado por primera vez en la revista LETRAS DEL ECUADOR # 191 (mayo - 2007), de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Imagenes de las obras de 1. Guido Reni, San Sebastián; 2. Gerrit Van Honthorst, San Sebastián; 3. François-Xavier Fabre, The Dying Saint Sebastian; 4. Stephen Cefalo, The Optimist.

CATEDRAL


Ciento veintinueve mil seicientos segundos atrás
mi cuerpo se reclina en tu cuerpo,
                                                       vacío
busca la catedral.

Reminiscencia de héroes
                                       lejanos.
Tres mil trescientos cinco años atrás,
la catedral ataviada de broncíneas armaduras.
                                          La catedral
semejante a dioses antiguos,
lanza mortales
                       saetas
                                   desde las alturas olímpicas.
Eres el dios esmintio del arco exacto
y a la vez el héroe ligero que cae
y se disuelve en el polvo.

Sagradamente,
dejaré que soples tu aliento en mi boca,
romperé las promesas divinas.

Me entregaré
cada tarde
                  efímera.

Cuarenta y tres mil doscientos segundos atrás
rituales y ceremonias infinitas
se simplifican en mis ojos,
que sólo existen por el instante
en que se abre
                                              la catedral.

*Poema de María Cristina Arboleda Puente, escrito el 3 de octubre del 2005 y publicado por primera vez en la revista LETRAS DEL ECUADOR # 191 (mayo - 2007), de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

25.3.11

A la hora del almuerzo*

A tu memoria

Una piedra en la garganta
tu mirada
tras esos cristales

Egoísmo
tus ojos
en el desierto.

Alzar las manos
¡egoísmo!
tu nombre
apretando la roca de la garganta
entre los mares noctámbulos.

Egoísta
también el silencio
como Dios esconde
tu silbido
de las siete de la mañana
tus manos
en el órgano de las seis de la tarde.

Memoria
¡niña egoísta!
suelta su mano
aprende a cruzar la calle.

En alguna mesa nos vamos a encontrar
¿me dejarás acompañar tu almuerzo?
A la derecha
todavía
resérvame un
espacio.

















*Poema de María Cristina Arboleda Puente, publicado por primera vez en la revista LETRAS DEL ECUADOR # 191 (mayo 2007), de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

1.3.11

quito con lluvia


dejan la inmensidad de la altura
la leve corporeidad de la nube
se mueven y estallan en un
luminoso estruendo
y   c
       a
         e
           n
bailando al vacío

sobre el asfalto son el sudor
de esta ciudad que nos
moja el deseo

*Foto: Pertenece a Romulo Fotos, en Flickr.com

Ella y el sillón

El sillón que tanto tiempo había tomado en repararse amaneció con unas líneas aberrantes: diminutos riachuelos de meado color amarillo neón.
–Otra vez ese maldito perro que metiste en la casa, tú tienes la culpa. Límpialo ya, que apesta y tanto que costó retapizarlo- vociferaba una voz gruesa de mujer.


Miró al perro que tenía ya la cola entre las patas y se escondía bajo una mesa. Respiró hondo y corrió tratando de no hacer ruido, dando pasos invisibles. Agarró un líquido espumoso, lo mezcló con agua y lo refregó con un trapo sobre la tela del mueble, mientras pensaba en todas las manchas que recorrían su cuerpo, y en las que su madre jamás se había fijado y nunca, ni por casualidad, las limpió con un trapo sucio de ternura.