Quito. Sábado, 17 de noviembre. Dos pájaros de un tiro. Me encontré con mi fantasía inalcanzable: Joaquín Sabina. En un concierto de esos que sacan moco, baba y lágrima... hasta me puso enojada-triste porque quiero más Sabina, más Serrat, porque quisiera mirar a Sabinita bailando como en el video de "Paisanaje" por el resto de mi vida. Y quisiera darle un poema que se ha estado gestando desde hace algún tiempo, y aunque me hubiera gustado darle un libro de sonetos, aquí está algo que ustedes seguramente no juzgarán como poesía, pero aquí está y es para el mejor. Para tí, hasta siempre y nunca adiós.
cuerdas rotas
de guitarras roncas
ruedo por los
sonidos huecos de una voz en ruinas
caigo en el sombrero-noche-sin-fondo
de ceremoniales urbanos
y me arrimo al bastón verde que marca
el beat
del blues que se canta entre los senos de la ciudad
me cuelgo de esa boca
que cuenta
peces rojos sin mar
alborotados son
tacones ciegos que vienen y van
te tejo una plegaria de nombres de mujer y palabrotas
para ganar el último póker contra la enfermedad
la muerte es una niña vieja
aburrida
sola
y fea
que te quiere llevar
ahógala en un whisky color mediodía
en las cascadas que saben a limón y lluvia,
dale unos versos amargos al oído
que se duerma y que tú no te vayas,
que mil voces griten en todas tus calles
que tú no te has ido
y ella sí
…nunca te mueras, Joaquinito.