14.8.15

PESADILLA DE UN CORREASAURIO EN EXTINCIÓN

Cuando la fiesta terminó en la tarima de Carondet,
los indígenas abusivos de poncho,
los médicos traficantes de la salud,
los estudiantes vagos,
los ecologistas infantiles,
las gorditas horrorosas,
los sicarios de tinta,
los pelucones y aniñaditos,
los jóvenes terroristas,
los trabajadores que le hacen el juego a la derecha,
los sufridores,
las malcogidas,
los majaderos,
los cuatro pelagatos,
los mismos de siempre,
seguían ahí.
Ahí, ahí, ahí y también ahí.
Ahí y de pie.


13.8.15

Deseo para la lluvia de estrellas

Cae.

Cae, ya.

Que caiga. 

Meteorito viajero espacial
cae sobre su cabeza.

Se necesita algo de otro mundo
para que ponga los pies en la Tierra.

Algo que le abra -metafóricamente- el cerebro,
algo que lo saque -literalmente- de sí mismo.

Caigan pizcas de sol
Iluminen este pedazo de sombra.

Cae ya, Perseida.

Cielo de la isla alemana de Fehmarn. 

29.3.15

Un cotorreo para Laura de Jarrín

Quito, 28 de marzo de 2015

Querida Laurita,

Celebración por el Día del Gráfico, 2009.
 Como se imaginará, este cotorreo es sobre usted. Pero tengo que partir diciendo que no es ni el último cotorreo ni tampoco una despedida. Las personas excepcionales, que rompen el orden del rebaño, que son tan ellas mismas, van dejando sus muy particulares huellas en cada paso que dan. Por eso jamás se van y jamás se olvidan.

Estar más de 20 años en un mismo lugar de trabajo es una prueba de tenacidad y constancia. Pero ser el motor y a la vez el alma de Revista FAMILIA por todo ese tiempo y sin descanso, significa haber grabado su nombre en nuestra ingrata y olvidadiza memoria personal y colectiva. No quiero que suene a lisonja ni a exageración. Pero me juego la boca a que la transformación inicial de la Revista, su consolidación como una publicación moderna y su boom de cada domingo no hubiesen ocurrido sin Laurita. Esa marca que se vocea en las calles, esa revista que se guarda en los consultorios, que se pide en las aulas de clase, que tantos coleccionan… es un espejo de Laura de Jarrín. O viceversa. Así son ambas: Positivas, dinámicas y versátiles, entretenidas, fáciles de querer, con infaltables espacios para la reflexión, el humor y la solidaridad. Con alguno que otro dardo necesario y que siempre se lanza de forma inteligente, elegante. Ambas, Laurita y la Revista, son fragmentos de la esencia de la vida, en los que a menudo se encuentran inesperados tesoros. Estoy segura que las generaciones de lectores que crecimos leyendo FAMILIA cada domingo, no olvidaremos nunca el nombre de la pícara cotorra ni de sus cotorreos dominicales. (Sugerencia al Director: Ojalá ese espacio pudiera ser vitalicio, se evitaría un sufrimiento numeroso).


Quienes hemos tenido la suerte de trabajar cerca de Laura, me entenderán. Ella es una jefa distinta y una editora muy especial. No exige sin dar primero ejemplo. No se asusta ante los cambios. No se estresa (o no se estresa agresivamente jaja) ni cuando la revista crece de 36 páginas a 100. No edita sin escribir. Es una de las mejores conversadoras que he conocido, por su inteligencia, su sabiduría, su humor y su sencillez: con ella se puede hablar de cualquier cosa, de historia, literatura, política, de moda, del amor y de la calle. Siempre se da tiempo para reflexionar, siempre está presta a escuchar, a conversar, a tomarse un coffee, A VIVIR y a REÍR. Esa ha sido para mí su mayor enseñanza: que los días no pasen sin haberlos vivido intensamente, que no pasen sin haber puesto el corazón en cada instante.
 
En la vuelta al jardín, después del almuerzo.
Llevamos un polizón en mi panza. 2013.
Cuando, años atrás, la oficina de Laurita era independiente y no trabajábamos codo a codo (como –literalmente– ocurrió después), aún con la puerta cerrada escuchábamos su “discreta” risa y frente a los computadores, sin conocer el chiste, todos nos contagiábamos de sus carcajadas. La alegría y la energía de Laurita, que se regaban como un virus, eran el mejor antídoto a la rutina y a los días grises.

 
Laurita es una niña sabia, con quien el trabajo se disfruta como en el mejor juego de infancia. Haciendo eco de Oscar Wilde, uno de sus escritores favoritos; Laurita sabe que la vida es demasiado importante como para tomársela tan en serio. Y el eco de su risa, el tecleo rápido de sus dedos de uñas siempre pintadas, el sonido de sus pisadas veloces y sus tacones, no se borrarán de mi memoria ni de la memoria de El Comercio.


Parte del equipode Revista FAMILIA. Pasado, presente y futuro (2015).


Pero Laurita, mi cotorra favorita, no es de jaulas. Y ha sido tan largo y productivo su paso por FAMILIA, por GRUPO EL COMERCIO, que ya venía siendo hora de levantar vuelo. Estire nomás sus alas, Laurita, que hay otros cielos aún más azules y más altos para surcar.

 Me ‘muerito’, como siempre, nos endulzamos en la conversa y es hora de cerrar. Solo déjenme repetir: esta no es despedida, Laurita querida, es un AGRADECIMIENTO por haber compartido con nosotros una parte de su vida y por haber dejado una maravillosa e imborrable marca en mí. En todos nosotros.

Esto sí va con infinito amor.

Cristina Arboleda

26.3.15

GESTANDO LETRAS: TALLER DE ESCRITURA CREATIVA PARA MAMÁS

La propuesta de este taller es dar a luz una voz. 
No cualquier voz sino la tuya. 
La mía. La nuestra.

El curso está dirigido a mamás de toda edad y a embarazadas que deseen escribir para guardar su memoria, para refrescar recuerdos, para sanar, para expresarse, para divertirse, para crear y procrear historias. No se requiere experiencia previa, solo ganas de explorar las palabras.

 GESTANDO LETRAS busca dar herramientas teóricas y prácticas para que las mamás participantes puedan desarrollar la expresión escrita y, a través de las palabras, puedan iniciar un proceso de: autoconocimiento, empoderamiento de su propia palabra y de la creación estética, así como de su reconocimiento en las voces de otras mujeres.

El taller abarcará los siguientes temas:
•    Brevísima (y nada aburrida) introducción a la literatura escrita por mujeres.
•    Maternidad y escritura: un puente colgante de creación
•    Afilen los lápices: Ejercicios creativos para estimular la escritura
•    La escritura como herramienta terapéutica, de reconocimiento y encuentro
•    Escribir es leer: Leeremos textos que nos lleven a reflexionar y revivir emociones, intuiciones, pensamientos

Duración:
La duración del taller es de un mes, con encuentros semanales de dos horas cada uno.

Horario:
Sábados, de 10:00 a 12:00. Inicia el 11 de abril de 2015.

Lugar: REGAZO CASA DE MADRES*. Dirección: Manuel Abascal N39-176 y Gaspar de Villarroel. Segundo Piso (Quito, Ecuador).
Teléfono: (02) 2256886


Costo:
USD 40

Inscripciones y más información a:
regazocasademadres@gmail.com


Facilitadora: 
Cristina Arboleda (Quito, 1984) es mamá, periodista y escritora independiente. Está convencida de que la escritura si no sana al menos es una gran terapia y se muere de ganas de ayudar a otras mamás a ‘sacar todo afuera’ a través de la palabra, para que adentro nazcan cosas nuevas, nuevas, nuevas.


*REGAZO CASA DE MADRES es un espacio de acompañamiento para el crecimiento de madres, padres y bebés. Ofrece talleres y charlas sobre salud, nutrición, crianza con apego, así como actividades que las madres y padres pueden compartir con sus hijos. 

En la siguiente imagen mira todos los cursos que el REGAZO ofrece para ABRIL 2015. ¡Inscríbete!


Haz clic en la imagen para agrandarla.



18.3.15

Infidelidades lingüísticas: Clarice, el fútbol y la muerte

El portugués me baila en la oreja.
Tropieza en mis labios.
Me gusta.

No lo he podido aprender y
apenas pude costear un nivel hace algunos años. 

Pero me bastó para desearlo a deshoras.
Para traicionar a mi lengua materna cada tanto. 

Cuando me topo con un poema o cualquier vicio en portugués,
me lanzo a su encuentro -como los amantes ciegos
que se adivinan el cuerpo en la oscuridad de la madrugada-
paladeando cada palabra con oídos y manos.

Y a veces hasta me atrevo a pasar de una lengua a otra.
En un salto mortal -y también a tientas-. 


***

Contam de Clarice Lispector*

Um dia, Clarice Lispector
intercambiava com amigos
dez mil anedotas de morte,
e do que tem de sério e circo.
Nisso, chegam outros amigos,
vindos do último futebol,
comentando o jogo, recontando-o.
refazendo-o, de gol a gol.
Quando o futebol esmorece,
abre a boca um silêncio enorme
e ouve-se a voz de Clarice:
Vamos voltar a falar na morte?
*Poema de Joao Cabral de Melo Neto

 ***

Cuentan de Clarice Lispector*

Un día, Clarice Lispector
intercambiaba con amigos
diez mil anécdotas de muerte,
y de lo que tenían de serio y de circo.

En eso, llegan otros amigos,
que provenían del último partido de fútbol,
comentando el juego, recontándolo
rehaciéndolo, de gol a gol.

Cuando el fútbol se desvanece,
abre la boca un silencio enorme
y se oye la voz de Clarice:
¿Volvemos a hablar de la muerte?


*Mi muy literal y atrevida traducción del poema de
Joao Cabral de Melo Neto.


17.3.15

Alimañas textuales


Te extraño, Franz. A cien años de que Gregorio despertara un día convertido en cucaracha, ya no hay hombres como tú. Pocos quieren quemar sus obras. Se conforman con mediocridades, se apresuran, publican cualquier bicho y hasta salen laureados. Ninguno tiene la amabilidad de convertirse en gusano.

16.2.15

Amantes de los gatos

Por: Cristina Arboleda


Con su mirada en el horizonte sombrío de la ceguera, Jorge Luis Borges imagina la blancura de Beppo, uno de los dos gatos (el otro era Odín) que lo acompañaron en la última etapa de su vida. Panza arriba, esa pantera diminuta mira el salón al revés que su amo ya no divisa. Se paseará después entre sus piernas y dejará finalmente que las manos del escritor le recorran el lomo, adivinando su geografía. A él, Borges le dedicó un poema y lo bautizó en honor a uno de los personajes de Lord Byron, otro amante de los gatos.



 En París, Julio Cortázar juega con un minino, arrimado a una mampara de vidrio. Por ahí se asoma una bestia domesticada que le hace un guiño y embroma al cronopio. Se trata de su gato Teodoro W. Adorno. El humano ríe también. Un flash inmortaliza a ambos. Esa fascinación por los gatos acompañó a Cortázar en los territorios de la ficción. Se encuentran referencias, por ejemplo, en varios capítulos de la novela ‘Rayuela', en el ‘Último round' o en cuentos como ‘Orientación de los gatos'.



A Ernest Hemingway le gustaba el box, la tauromaquia, las mujeres, los mojitos y los gatos. Tuvo decenas. Se paseaban por su máquina de escribir, dormían con él y comían en su mesa. Incluso siguen habitando en su casa del Cayo Hueso, convertida en museo. En los años 30, un capitán de barco regaló al Nobel un felino llamado Snowball. Pero no era un animal común; tenía seis dedos en cada pata. Cuando el gato se reprodujo, Hemingway se sorprendió al ver que las crías conservaban esa peculiar característica.

Allí continúan merodeando los descendientes de Snowball, bien cuidados, luciendo sus seis dedos y respondiendo a nombres rimbombantes como Picasso o Capote.

A Lennon le gustaban los gatos. Y Yoko.

Patti Smith.

Gato, propiedad privada de Lenin.

Gato funámbulo sobre brazo de Kurt.

El gato dicta. Mira a la cámara, desafiante. Sartre, obediente, escribe. 

Sensual. Felino. James Dean.

Freddy Mercury. Ambos de mostacho.

Roger Waters. Is there anybody out there?

La gata Colette.

You, Harrison.

Matisse / Blanco. Gato / Negro.


La pasión por los felinos no es exclusiva de los literatos. Esa "fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las habitaciones", como describe Pablo Neruda, ha enamorado a músicos, estrellas de cine y filósofos. Y también ha seducido a las mujeres. Brigitte Bardot incluso llegó a decir que es más fácil amar a un gato que a un hombre.

°°°
LOS GATOS 
por Charles Baudelaire

Los amantes fervorosos y los sabios austeros
gustan por igual, en su madurez,
de los gatos fuertes y dulces, orgullo de la casa,
que como ellos son friolentos y como ellos sedentarios.
amigos de la ciencia y de la voluptuosidad,
buscan el silencio y el horror de las tinieblas;
el Erebo se hubiera apoderado de ellos para sus correrías fúnebres,
si hubieran podido ante la esclavitud inclinar su arrogancia.
Adoptan al soñar las nobles actitudes
de las grandes esfinges tendidas en el fondo de las soledades,
que parecen dormirse en un sueño sin fin;
sus grupas fecundas están llenas de chispas mágicas,
y fragmentos de oro, cual arenas finas,
chispean vagamente en sus místicas pupilas.

°°°

ODA AL GATO
por Pablo Neruda
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.
No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.
Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.
Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.
Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.


°°°

A UN GATO
Por Jorge Luis Borges

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.


°°°

BEPPO
Por Jorge Luis Borges

El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?

°°°

ORIENTACIÓN DE LOS GATOS
 por Julio Cortázar

A Juan Soriano

Cuando Alana y Osiris me miran no puedo quejarme del menor disimulo, de la menor duplicidad. Me miran de frente, Alana su luz azul y Osiris su rayo verde. También entre ellos se miran así, Alana acariciando el negro lomo de Osiris que alza el hocico del plato de leche y maúlla satisfecho, mujer y gato conociéndose desde pianos que se me escapan, que mis caricias no alcanzan a rebasar. Hace tiempo que he renunciado a todo dominio sobre Osiris, somos buenos amigos desde una distancia infranqueable; pero Alana es mi mujer y la distancia entre nosotros es otra, algo que ella no parece sentir pero que se interpone en mi felicidad cuando Alana me mira, cuando me mira de frente igual que Osiris y me sonríe o me habla sin la menor reserva, dándose en cada gesto y cada cosa como se da en el amor, allí donde todo su cuerpo es como sus ojos, una entrega absoluta, una reciprocidad ininterrumpida.
Es extraño, aunque he renunciado a entrar de lleno en el mundo de Osiris, mi amor por Alana no acepta esa llaneza de cosa concluida, de pareja para siempre, de vida sin secretos. Detrás de esos ojos azules hay más, en el fondo de las palabras y los gemidos y los silencios alienta otro reino, respira otra Alana. Nunca se lo he dicho, la quiero demasiado para trizar esta superficie de felicidad por la que ya se han deslizado tantos días, tantos años. A mi manera me obstino en comprender, en descubrir; la observo pero sin espiarla; la sigo pero sin desconfiar; amo una maravillosa estatua mutilada; un texto no terminado, un fragmento de cielo inscrito en la ventana de la vida.
Hubo un tiempo en que la música me pareció el camino que me llevaría de verdad a Alana, mirándola escuchar nuestros discos de Bartok, de Duke Ellington, de Gal Costa, una transparencia paulatina me ahondaba en ella, la música la desnudaba de una manera diferente, la volvía cada vez más Alana porque Alana no podía ser solamente esa mujer que siempre me había mirado de lleno sin ocultarme nada. Contra Alana, más allá de Alana yo la buscaba para amarla mejor; y si al principio la música me dejó entrever otras Alanas, llegó el día en que f rente a un grabado de Rembrandt la vi cambiar todavía más, como si un juego de nubes en el ciclo alterara bruscamente las luces y las sombras de un paisaje. Sentí que la pintura la llevaba más allá de sí misma para ese único espectador que podía medir la instantánea metamorfosis nunca repetida, la entrevisión de Alana en Alana. Intercesores involuntarios, Keith Harrett, Beethoven y Anibal Troilo me habían ayudado a acercarme, pero frente a un cuadro o un grabado Alana se despojaba todavía más de eso que creía ser, por un momento entraba en un mundo imaginario para sin saberlo salir de si misma, yendo de una pintura a otra, comentándolas o callando, juego de cartas que cada nueva contemplación barajaba para aquel que sigiloso y atento, un poco atrás o llevándola del brazo, veía sucederse las reinas y los ases, los piques y los tréboles, Alana.

¿Qué se podía hacer con Osiris? Darle su leche, dejarlo en su ovillo negro satisfactorio y ronroneante; pero a Alana yo podía traerla a esta galería de cuadros como lo hice ayer, una vez más asistir a un teatro de espejo y de cámaras oscuras, de imágenes tensas en la tela frente a esa otra imagen de alegres jeans y blusa roja que después de aplastar el cigarrillo a la entrada iba de cuadro en cuadro, deteniéndose exactamente a la distancia que su mirada requería, volviéndose a mí de tanto en tanto para comentar o comparar. Jamás hubiera podido descubrir que yo no estaba ahí por los cuadros, que un poco atrás o de lado mi manera de mirar nada tenía que ver con la suya. Jamás se daría cuenta de que su lento y reflexivo paso de cuadro en cuadro la cambiaba hasta obligarme a cerrar los ojos y luchar para no apretarla en los brazos y llevármela al delirio, a una locura de carrera en plena calle. Desenvuelta, liviana en su naturalidad de goce y descubrimiento, sus altos y sus demoras se inscribían en un tiempo diferente del mío, ajeno a la crispada espera de mi sed.
Hasta entonces todo había sido un vago anuncio, Alana en la música, Alana frente a Rembrandt. Pero ahora mi esperanza empezaba a cumplirse casi insoportablemente, desde nuestra llegada Alana se había dado a las pinturas con una atroz inocencia de camaleón, pasando de un estado a otro sin saber que un espectador agazapado acechaba en su actitud, en la inclinación de su cabeza, en el movimiento de sus manos o sus labios el cromatismo interior que la recorría hasta mostrarla otra, allí donde la otra era siempre Alana sumándose a Alana, las cartas agolpándose hasta completar la baraja. A su lado, avanzando poco a poco a lo largo de los muros de la galería, la iba viendo darse a cada pintura, mis ojos multiplicaban un triángulo fulminante que se tendía de ella al cuadro y del cuadro a mí mismo para volver a ella y aprehender el cambio, la aureola diferente que la envolvía un momento para ceder después a un aura nueva, a una tonalidad que la exponía a la verdadera, a la última desnudez. Imposible prever hasta donde se repetiría esa ósmosis, cuántas nuevas Alanas me llevarían por fin a la síntesis de la que saldríamos los dos colmados, ella sin saberlo y encendiendo un nuevo cigarrillo antes de pedirme que la llevara a tomar un trago, yo sabiendo que mi larga búsqueda había llegado a puerto y que mi amor abarcaría desde ahora lo visible y lo invisible, aceptaría la limpia mirada de Alana sin incertidumbres de puertas cerradas, de pasajes vedados.
Frente a una barca solitaria y un primer piano de rocas negras, la vi quedarse inmóvil largo tiempo; un imperceptible ondular de las manos la hacia como nadar en el aire, buscar el mar abierto, una fuga de horizontes. Ya no podía extrañarme que esa otra pintura donde una reja de agudas puntas vedaba el acceso a los árboles linderos la hiciera retroceder como buscando un punto de mira, de golpe era la repulsa, el rechazo de un limite inaceptable. Pájaros, monstruos Marinos, ventanas dándose al silencio o dejando entrar un simulacro de la muerte, cada nueva pintura arrasaba a Alana despojándola de su color anterior, arrancando de ella las modulaciones de la libertad, del vuelo, de los grandes espacios, afirmando su negativa frente a la noche y a la nada, su ansiedad solar, su casi terrible impulso de ave fénix. Me quedé atrás sabiendo que no me sería posible soportar su mirada, su sorpresa interrogativa cuando viera en mi cara el deslumbramiento de la confirmación, porque eso era también yo, eso era mi proyecto Alana, mi vida Alana, eso había sido deseado por mí y refrenado por un presente de ciudad y parsimonia, eso ahora al fin Alana, al fin Alana y yo desde ahora, desde ya mismo. Hubiera querido tenerla desnuda en los brazos, amarla de tal manera que todo quedara claro, todo quedara dicho para siempre entre nosotros, y que de esa interminable noche de amor, nosotros que ya conocíamos tantas, naciera la primera alborada de la vida.
Llegábamos al final de la galería, me acerqué a la puerta de salida ocultando todavía la cara, esperando que el aire y las luces de la calle me volvieran a lo que Alana conocía de mi. La vi detenerse ante un cuadro que otros visitantes me habían ocultado, quedarse largamente inmóvil mirando la pintura de una ventana y un gato. Una última transformación hizo de ella una lenta estatua nítidamente separada de los demás, de mí que me acercaba indeciso buscándole los ojos perdidos en la tela. Vi que el gato era idéntico a Osiris y que miraba a lo lejos algo que el muro de la ventana no nos dejaba ver. Inmóvil en su contemplación, parecía menos inmóvil que la inmovilidad de Alana. De alguna manera sentí que el triángulo se había roto, cuando Alana volvió hacia mí la cabeza el triángulo ya no existía, ella había ido al cuadro pero no estaba de vuelta, seguía del lado del gato mirando más allá de la ventana donde nadie podía ver lo que ellos veían, lo que solamente Alana y Osiris veían cada vez que me miraban de frente.

Publicado originalmente en la edición impresa y digital de Revista FAMILIA