21.8.13

Maternidad transparente

Una carta para Dante Nicolás

 I


33 semanas. 
Silenciosamente, como un ovillo enrollándose, 
he sentido que te haces más y más grande en mis entrañas.

Semilla. 
Te abriste y cojiste impulso para volverte fruta madura que se mece y columpia hasta que llegue el instante de caer del árbol.

Primero eras una burbuja

Un ojo de agua que brotaba de mi tierra. Una esfera de jabón en la panza.

Luego, un pez rojo que nadaba haciendo cosquillas a las aguas más tranquilas.

Después fuiste un pájaro

O una mariposa (siempre de colores, nunca color búho, nunca tandacucha). 
Y las alas de plumas o de polvo arcoiris se batían adentro 
como un viento-promesa-de-huracán.

Ahora eres un sobresalto de huesos. 

Nos hablamos. Con pequeños golpes, nos hablamos. 
Somos piel contra piel. 
Con mis manos trato de adivinar si lo que siento son patadas, 
manotazos, rodillazos o besos.

Mis dedos te imaginan. Te dibujan, Dante. 

Te leen a través de las caricias y te miro en ellas como en un espejo opaco.

Me pregunto si entiendes lo que pienso. 

Mis buenas y malas ideas. 
Mi humor agrio y negro. 
Las emociones que me mojan, 
el asfalto en la garganta, 
la indignación que hace rechinar mis dientes. 
Mis pequeñas perversiones y mi egoísmo.

Oscuridad y luz, mis 29 colores.

Soy transparente y camaleónica, hijo mío.

Aunque la angustia de tenerte en mis manos, 

de que respires mi aire y bebas mi sangre 
me tienta a encerrarte en una celdilla de cristal o jaula de oro
prefiero optar por mi propia transparencia. 
Pongo mi franqueza por encima del miedo.

A ti no puedo mentirte. 

Menos ahora que aún somos uno y dos, dobles individuales.

Elijo mi imperfección. Mi verdad agridulce.

Me miras por dentro. Me miras y me escuchas. 

¿Qué ves? ¿A qué suena mi tambor?

Soy tu mamá, amado Dante 

y tu mamá es imperfecta y errática como la vida, 
que por inoportuna e imprevisible también es hermosa.


El rostro de Dante


II
  
No comas ají, no tomes café. No subas gradas. Mejor toma el ascensor.
Cuidado te asustes con esa escena, no veas esas películas.

En el velador están algunos libros a medio ojear. 
"El vuelo de la ceniza" me recuerda mis ganas de leer una novelita negra, típica historia de suciedad humana.

Los seres humanos son estúpidamente complicados, Chester, 
le digo al perro que suspira a mi lado porque no apago la lámpara y ya es hora de dormir.

Hoy vi el documental de la muerte de Roldós y pensé que no me había afectado tanto.

Pero sí, me resuena la historia en la cabeza, los discursos con ese tono épico de Roldós o de Allende. Esas voces de antes cuando se pensaba que el cambio era posible por la vía democrática. Me temo que no, que siempre se entra a jugar con las reglas del juego chuecas. Hay que ensuciarse las manos, tranzar, contaminarse, empeñar en algo la conciencia. Y eso no puede ser democracia ni cambio. Pero de lo contrario terminas como un mártir, como un muerto calladito y de buenos modales para que el festín continue... ¡Quién sabe!

A tu mamá le afectan muchas cosas, Dante. 

Pero no te inquietes.

A tu mamá también le da por irse mucho por las nubes, se pone aérea y nostálgica. 

Pero no te inquietes.

Este mundo es hermoso. Jodido y hermoso, hijo. 

La loca de tu mamá también es jodida.

Y tú eres lo más hermoso que tiene el mundo: 

hay en ti un mar en potencia. 
Serás lo que quieras y podrás poblar tus aguas de olas, remansos, 
peces y perlas, sirenas o monstruos, amaneceres y tempestades.

Esta soy yo, Dante, 
con las manos desnudas y el alma libre.
Esta soy yo, la que escoge amarte 
hasta que volvamos a ser polvo cósmico.