2.10.09

Veinticuatro

Dormí muy mal y
                  encima,
el agua helada.
                  Sí, sí.
                  Es el viento o que ya no hay gas o la mala suerte.
¡El puto calefón!

Ponerse cualquier cosa.
Mirarse esa panza que crece
                                           y crece
                                                    y qué pereza.

Me seco los pelos,
me lavo los dientes
                                                                   y a la calle…

Una hora de maltrato, de oprimirse,
                                  de aplastarse,
                                  de olerse,
                                  de volverse uno con todos.
                                            El transporte público siempre es una tortura.

La agenda:
     1. Entrevista a la madre-que-además-de-ser-madre-también-juega-fútbol.
     2. Reportería: nuevos tratamientos para que las uñas no se caigan por el detergente.
     3. Y escribir algo, a cualquier hora, pero algo.

De vuelta a la jaula.
El perro.
              La madre.
                               Un libro, y siempre el mismo ritual:
                                                             mirarse al espejo, a solas,
                                                             la panza sigue ahí,
                                                             ahora se ve peor, por el cansancio.

Una camisa, un pantalón.
Agua en la cara,
espuma en la boca.

Él y yo a la cama
                                                          (o sea, mi perro y yo)

                                                                                 Y, adiós.

4 comentarios:

Sebastián Sacoto Arias S. dijo...

jajajajaja.... excelente!!!

Unknown dijo...

Arbolito:

Por casualidad entré en tu link y me dio una extraña sensación porque en un arranque me salió justo hoy algo medio parecido. Aunque no soy mucho de blogs te lo comparto ya que mi querida geminiana creo que estamos conectadas.
Un abrazote y felicitaciones a la escritora
Sandu
Y dice así:


Sábanas tibias envuelven ideas tibias también
Desdeño, letargo, desidia.
Te escondes bajo el manto
Escondes: fuerza, lucha, voluntad.

Sales: cielo gris - cielo bajo...húmeda capa.

Caminas: mirada baja transita sobre los mismos pasos - misma acera gris.
Mismos rostros apurados cruzan en el sentido contrario.
Ay..el rostro de tal persona es del próximo semáforo. Estás tarde. ¿O él está adelantado?
Nunca tuviste reloj.

Entras: Piernas cruzadas, vientre apretado.
voces bajas, tac tac tac de teclados, tacones se acercan, tacones se alejan.
El día lento
El día pasa

Sales: Ciudad furiosa de venas transitadas por el tráfico, sangre espesa.
Carros, buses, combis, taxis, humo gris.
El día se acaba.

Llegas: la luz no te acompaña.

Cristina Arboleda dijo...

Sanduchita!
Me encanta, me gusta mucho mucho mucho. Es que crecer ("este hacerse mayor sin delicadeza", diría Joaquín Sabina) es por un lado asumir rutinas, volverse un animal de calle, de escritorio, del corre corre. Por otro lado, seguro que sí estamos conectadas. Además de ser dos esquizoides hijas de Géminis, crecimos juntas, en las jaulas del colegio jeje. Y nos queremos, a pesar de la distancia, bueno yo te quiero mucho, mucho. Sigue escribiendo y comparteme tus textos, para seguirnos encontrando en las coincidencias de la escritura.

Besos y abrazos.

Arbolito.

マジンガ SXEtto dijo...

La exclusiva cotidianidad del homo sapiens, te faltó que la pasta de dientes se terminó y estaba completa la "buena estrella" con la que nos levantamos a veces -a menudo díaria yo-

...la vida es la respuesta constante
de una ausente interrogante
que el viento caliente enloquece
y te hace perder lentamente
la conciencia de tus virtudes
hasta sentir los pasos
sobre el mojado asfalto;
llevo un mundo en mi interior
donde nadie puede entrar,
donde la costumbre
no es costumbre,
lleno de miradas bulliciosas
y rumores mudos
cayendo en un cielo roto
hasta estrellarse en la suave arcilla
que pavimenta sin mesura
los espacios inconformes
a través de un arco iris desbordante;
ahora el sol me llama
y ya no siento más esa ausencia
pero su voz ayuda a la costumbre
a aceptar el silencio;
entonces aprendí a ver
las inferencias de la piel
y comprendí las intuiciones
en la gastada conciencia,
abrazando la esperanza
como forma normal del delirio,
para que los sueños sean el alimento
y el amor el licor de la vida
en el carnaval de los sentidos...

Majinga SXEtto